El Cuenco de Baubo

Espacio del ÚTERO, la casa de todos.

Cuenca

PREMIOS BLOGGER 

premio a la excelencia

Las condiciones de la distinción que nos han hecho son, mostrar la imagen del premio, poner un link al blog de quienes nos nominaron y escoger 15 blogs de WordPress que consideremos de interés -a los que deberé nominar y notificar acerca de mi elección-. Por ello os recomiendo los siguientes blogs:

1- The Womb Blessing Attunement –De Miranda Gray y la Bendición Mundial del Útero

2- Blog Donmasaje –Interesante blog en torno a la sanción

3- Un Poeta (a La Vez) Por País {Cada Día Un País (y Un País Y Un Continente).} –Poesía renovada

4- Gorrion De Asfalto –De pueblos, ciudades y paisajes

5- Manzanas Rojas –De delicias y ricuras

6- Anna –Una fémina sueca que sueña en español

7- Etimología De La Lengua Española –Para enterarte de algunos orígenes

8- Naître Autrement –Blog francés sobre la maternidad alternativa

9-Ritual De Las Palabras –blog de literatura en prosa, poesía y artículos de opinión

10-Rosa Navarro. Comadrona-Acupuntora –Medicina tradicional china y terapias complementarias para la mujer

11-Stop A La Cultura Del Porno –Por qué el porno es adictivo

12-Orbita Diversa –Un blog de amplia sexualidad

13-Palabra De Bruja -que las hay, haylas-

14-Un Viaje Hacia El Corazón –El viaje más necesario

15-Ginecología Natural –De mujeres y féminas, de información, agendas y libros para la mujer

Gracias a todas las personas bloggers por su labor incansable.

EL CUENCO y los CUENTOS

Clarissa Pinkola Estés

Inocencia
Inocencia

17 noviembre y 22 diciembre

Nos gustan, nos entusiasman los cuentos. Leerlos en soledad es expandir el no-tiempo, no-espacio íntimo. Leerlos en grupo nos aporta la «multiplicación vibracional» de las emociones, de los sentires, del latido, de lo latente.  La lectura compartida, además, abre el abanico de sensaciones, de recuerdos, de evocaciones. Nuestro segundo cuento siguiendo la guía de Clarissa, es Barbazul. ¿Cuántos cuentos creéis que puede haber de Barbazul? A una le resuena en un sitio del alma, a otra en una fibra de su estómago, todas recordamos nuestros Barbazules y sobre todo, comenzamos a ver de forma más evidente el lado oscuro de nuestra psique, con su fuerza y su abismo. Nada hay malo, nada hay bueno, únicamente la constatación de una búsqueda exterior que implica una pérdida del mundo interior femenino. No le pasa algo diferente a los hombres, pero eso pertenece a sus propias búsquedas; les dejamos espacio queridos caballeros para que hagáis el viaje a vuestro interior… 

III. VASALISA LA SABIA

Vasalisa la sabia

El cuento de Vasalisa la sabia nos centró en la recuperación de la intuición –como plantea Clarissa es un punto iniciático vital para las mujeres–, puesto que como adultas y madres o custodias parciales, tenemos la posibilidad de transmitirlo a las niñas y jóvenes. Pero para ello es primordial que aprendamos a revalorizar los aullidos de nuestra propia intuición que tantas veces desoímos. De tanto ignorarla la intuición se adormece. En el cuento de Vasalisa la Sabia, la muñeca que le da como regalo su madre antes de morir, simboliza materialmente a la magia trascendente de la intuición femenina. Colocarla en su sitio, nos permitirá continuar el camino con otra dignidad y alerta, y ser testimonios de sabiduría.

El Cuenco de Baubo ha considerado la necesidad de materializar la intuición de cada una de las participantes en una muñeca que cada una confeccionó a su gusto. Pero más que el gusto personal, la artesanía perseguía rescatar la idea de que esa muñeca era el regalo que la Creación nos ha hecho como mujeres. Todxs somos hijxs de la Fuerza que mueve al universo, y esa muñequita animada que es la intuición, nos la ha regalado ella. Visualizarla es una forma de facilitar la escucha y desarrollar  la fidelidad a nuestra intuición. Estas son las imágenes.

Cuento

Había una vez y no había una vez una joven madre que yacía en su lecho de muerte con el rostro tan pálido como las blancas rosas de cera de la sacristía de la cercana iglesia. Su hijita y su marido permanecían sentados a los pies de la vieja cama de madera, rezando para que Dios la condujera sana y salva al otro mundo.

La madre moribunda llamó a Vasalisa y la niña se arrodilló al lado de ella con sus botas rojas y su delantalito blanco.

—Toma esta muñeca, amor mío —dijo la madre en un susurro, sacando de la colcha de lana una muñequita que, como la propia Vasalisa, llevaba unas botas rojas, un delantal blanco, una falda negra y un chaleco bordado con hilos de colores.

—Presta atención a mis últimas palabras, querida —dijo la madre—. Si alguna vez te extraviaras o necesitaras ayuda, pregúntale a esta muñeca lo que tienes que hacer. Recibirás ayuda. Guarda siempre la muñeca. No le hables a nadie de ella. Dale de comer cuando esté hambrienta. Ésta es mi promesa de madre y mi bendición, querida hija.

Dicho lo cual, el aliento de la madre se hundió en las profundidades de su cuerpo donde recogió su alma y, cuando salió a través de sus labios, la madre murió.

La niña y su padre la lloraron durante mucho tiempo. Pero, como un campo cruelmente arado por la guerra, la vida del padre reverdeció una vez más en los surcos y éste se casó con una viuda que tenía dos hijas. Aunque la madrastra y sus hijas siempre hablaban con cortesía y sonreían como unas señoras, había en sus sonrisas una punta de sarcasmo que el padre de Vasalisa no percibía.

Sin embargo, cuando las tres mujeres se quedaban solas con Vasalisa, la atormentaban, la obligaban a servirlas y la enviaban a cortar leña para que se le estropeara la preciosa piel. La odiaban porque poseía una dulzura que no parecía de este mundo. Y porque era muy guapa. Sus pechos brincaban mientras que los suyos menguaban a causa de su maldad. Vasalisa era servicial y jamás se quejaba mientras que la madrastra y sus hermanastras se peleaban entre sí como las ratas entre los montones de basura por la noche.

Un día la madrastra y las hermanastras ya no pudieron aguantar por más tiempo a Vasalisa.

—Vamos… a… hacer que el fuego se apague y entonces enviaremos a Vasalisa al bosque para que vaya a ver a la bruja Baba Yagá* y le suplique fuego para nuestro hogar. Y, cuando llegue al lugar donde está Baba Yagá, la vieja bruja la matará y se la comerá.

* En ruso, literalmente, Mujer Hechicera. (N. de la T.)

Todas batieron palmas y soltaron unos chillidos semejantes a los de los seres que habitan en las tinieblas.

Así pues aquella tarde, cuando regresó de recoger leña, Vasalisa vio que toda la casa estaba a oscuras. Se preocupó y le preguntó a su madrastra:

—¿Qué ha ocurrido? ¿Con qué guisaremos? ¿Qué haremos para iluminar la oscuridad?

—Qué estúpida eres —le contestó la madrastra—. Está claro que no tenemos fuego. Y yo no puedo salir al bosque porque soy vieja. Mis hijas tampoco pueden ir porque tienen miedo. Por consiguiente, tú eres la única que puede ir al bosque a ver a Baba Yagá y pedirle carbón para volver a encender la chimenea.

—Muy bien pues, así lo haré —dijo inocentemente Vasalisa.

Y se puso en camino. El bosque estaba cada vez más oscuro y las ramitas que crujían bajo sus pies la asustaban. Introdujo la mano en el profundo bolsillo de su delantal donde guardaba la muñeca que su madre moribunda le había entregado. Le dio unas palmadas a la muñeca que guardaba en el interior del bolsillo y se dijo:

—Es verdad, el simple hecho de tocar esta muñeca me tranquiliza.

A cada encrucijada del camino, Vasalisa introducía la mano en el bolsillo y consultaba con la muñeca.

—Dime, ¿tengo que ir a la derecha o a la izquierda?

La muñeca le contestaba, “Sí”, “No”, “Por aquí” o “Por allá”. Vasalisa le dio a la muñeca un poco de pan que llevaba y siguió el camino que parecía indicarle la muñeca.

De repente, un hombre vestido de blanco pasó al galope por su lado montado en un caballo blanco e inmediatamente se hizo de día. Más adelante, pasó un hombre vestido de rojo montado en un caballo rojo y salió el sol. Vasalisa prosiguió su camino y, en el momento en que llegaba a la choza de Baba Yagá, pasó un jinete vestido de negro trotando a lomos de un caballo negro y entró en la cabaña de Baba Yagá. Enseguida se hizo de noche. La valla hecha con calaveras y huesos que rodeaba la choza empezó a brillar con un fuego interior, Iluminando todo el claro del bosque con su siniestra luz.

La tal Baba Yagá era una criatura espantosa. Viajaba no en un carruaje o un coche sino en una caldera en forma de almirez que volaba sola. Ella impulsaba el vehículo con un remo en forma de mano de almirez y se pasaba el rato barriendo las huellas que dejaba a su paso con una escoba hecha con el cabello de una persona muerta mucho tiempo atrás.

Y la caldera volaba por el cielo mientras el grasiento cabello de Baba Yagá revoloteaba a su espalda. Su larga barbilla curvada hacia arriba y su larga nariz curvada hacía abajo se juntaban en el centro. Tenía una minúscula perilla blanca y la piel cubierta de verrugas a causa de su trato con los sapos. Sus uñas orladas de negro eran muy gruesas, tenían caballetes como los tejados y estaban tan curvadas que no le permitían cerrar las manos en un puño.

La casa de Baba Yagá era todavía más extraña. Se levantaba sobre unas enormes y escamosas patas de gallina de color amarillo, caminaba sola y a veces daba vueltas y más vueltas como un bailarín extasiado. Los goznes de las puertas y las ventanas estaban hechos con dedos de manos y pies humanos y la cerradura de la puerta de entrada era un hocico de animal lleno de afilados dientes. Vasalisa consultó con su muñeca y le preguntó:

—¿Es ésta la casa que buscamos?

Y la muñeca le contestó a su manera:

—Sí, ésta es la casa que buscas.

Antes de que pudiera dar otro paso, Baba Yagá bajó con su caldera y le preguntó a gritos:

—¿Qué quieres?

La niña se puso a temblar.

—Abuela, vengo por fuego. En mi casa hace mucho frío… mi familia morirá… necesito fuego.

Baba Yagá le replicó:

—Ah, sí, ya te conozco y conozco a tu familia. Eres una niña muy negligente… has dejado que se apagara el fuego. Y eso es una imprudencia. Y, además, ¿qué te hace pensar que yo te daré la llama?

Vasalisa consultó con la muñeca y se apresuró a contestar:

—Porque yo te lo pido.

Baba Yagá ronroneó.

—Tienes mucha suerte porque ésta es la respuesta correcta.

Y Vasalisa pensó que había tenido mucha suerte porque había dado la respuesta correcta.

Baba Yagá la amenazó:

—No te puedo dar el fuego hasta que hayas trabajado para mí. Si me haces estos trabajos, tendrás el fuego. De lo contrario… —Aquí Vasalisa vio que los ojos de Baba Yagá se convertían de repente en unas rojas brasas—. De lo contrario, hija mía, morirás.

Baba Yagá entró ruidosamente en su choza, se tendió en la cama y ordenó a Vasalisa que le trajera lo que se estaba cociendo en el horno. En el horno había comida suficiente para diez personas y la Yagá se la comió toda, dejando tan sólo un pequeño cuscurro y un dedal de sopa para Vasalisa.

—Lávame la ropa, barre el patio, limpia la casa, prepárame la comida, separa el maíz aflublado del maíz bueno y cuida de que todo esté en orden. Regresaré más tarde para inspeccionar tu trabajo. Si no está listo, tú serás mi festín.

Dicho lo cual, Baba Yagá se alejó volando en su caldera, usando la nariz a modo de cataviento y el cabello a modo de vela. Y cayó de nuevo la noche.

Vasalisa recurrió a su muñeca en cuanto la Yagá se hubo ido.

—¿Qué voy a hacer? ¿Podré cumplir todas estas tareas a tiempo?

La muñeca le aseguró que sí y le dijo que comiera un poco y se fuera a dormir. Vasalisa le dio también un poco de comida a la muñeca y se fue a dormir.

A la mañana siguiente, la muñeca había hecho todo el trabajo y lo único que quedaba por hacer era cocinar la comida. La Yagá regresó por la noche y vio que todo estaba hecho. Satisfecha en cierto modo aunque no del todo porque no podía encontrar ningún fallo, Baba Yagá dijo en tono despectivo:

—Eres una niña muy afortunada.

Después llamó a sus fieles sirvientes para que molieran el maíz e inmediatamente aparecieron tres pares de manos en el aire y empezaron a raspar y triturar el maíz. La paja voló por la casa como una nieve dorada. Al final, se terminó la tarea y Baba Yagá se sentó a comer. Se pasó varias horas comiendo y por la mañana le volvió a ordenar a Vasalisa que limpiara la casa, barriera el patio y lavara la ropa.

Después le mostró un gran montón de tierra que había en el patio.

—En este montón de tierra hay muchas semillas de adormidera, millones de semillas de adormidera. Quiero que por la mañana haya un montón de semillas de adormidera y un montón de tierra separados. ¿Me has entendido?

Vasalisa estuvo casi a punto de desmayarse.

—¿Cómo voy a poder hacerlo?

Introdujo la mano en el bolsillo y la muñeca le contestó en un susurro:

—No te preocupes, yo me encargaré de eso.

Aquella noche Baba Yagá empezó a roncar y se quedó dormida y entonces Vasalisa intentó separar las semillas de adormidera de la tierra. Al cabo de un rato la muñeca le dijo:

—Vete a dormir. Todo irá bien.

Una vez más la muñeca desempeñó todas las tareas y, cuando la vieja regresó a casa, todo estaba hecho. Baba Yagá habló en tono sarcástico con su voz nasal:

—¡Vaya! Qué suerte has tenido de poder hacer todas estas cosas.

Llamó a sus fieles sirvientes y les ordenó que extrajeran aceite de las semillas de adormidera e inmediatamente aparecieron tres pares de manos y lo hicieron.

Mientras la Yagá se manchaba los labios con la grasa del estofado, Vasalisa permaneció de pie en silencio.

—¿Qué miras? —le espetó Baba Yagá.

—¿Te puedo hacer unas preguntas, abuela? —dijo Vasalisa.

—Pregunta —replicó la Yagá—, pero recuerda que un exceso de conocimientos puede hacer envejecer prematuramente a una persona.

Vasalisa le preguntó quién era el hombre blanco del caballo blanco.

—Ah —contestó la Yagá con afecto—, el primero es mi Día.

—¿Y el hombre rojo del caballo rojo?

—Ah, ése es mi Sol Naciente.

—¿Y el hombre negro del caballo negro?

—Ah, sí, el tercero es mi Noche.

—Comprendo —dijo Vasalisa.

—Vamos niña, ¿no quieres hacerme más preguntas? ——dijo la Yagá en tono zalamero.

Vasalisa estaba a punto de preguntarle qué eran los pares de manos que aparecían y desaparecían, pero la muñeca empezó a saltar arriba y abajo en su bolsillo y entonces dijo en su lugar:

—No, abuela. Tal como tú misma has dicho, el saber demasiado puede hacer envejecer prematuramente a una persona.

—Ah —dijo la Yagá, ladeando la cabeza como un pájaro—, tienes una sabiduría impropia de tus años, hija mía. ¿Y cómo es posible que seas así?

—Gracias a la bendición de mi madre —contestó Vasalisa sonriendo.

—¡¿La bendición?! —chilló Baba Yagá—. ¡¿La bendición has dicho?! En esta casa no necesitamos bendiciones. Será mejor que te vayas, hija mía —dijo empujando a Vasalisa hacia la puerta y sacándola a la oscuridad de la noche—. Mira, hija mía. ¡Toma! —Baba Yagá tornó una de las calaveras de ardientes ojos que formaban la valla de su choza y la colocó en lo alto de un palo—. ¡Toma! Llévate a casa esta calavera con el palo. Eso es el fuego. No digas ni una sola palabra más. Vete de aquí.

Vasalisa iba a darle las gracias a la Yagá, pero la muñequita de su bolsillo empezó a saltar arriba y abajo y entonces Vasalisa comprendió que tenía que tomar el fuego y emprender su camino. Corrió a casa a través del oscuro bosque, siguiendo las curvas y las revueltas del camino que le iba indicando la muñeca. Vasalisa salió del bosque, llevando la calavera que arrojaba fuego a través de los orificios de las orejas, los ojos, la nariz y la boca. De repente, se asustó de su peso y de su siniestra luz y estuvo a punto de arrojarla lejos de sí. Pero la calavera le habló y le dijo que se tranquilizara y siguiera adelante hasta llegar a la casa de su madrastra y sus hermanastras. Y ella así lo hizo.

Mientras Vasalisa se iba acercando a la casa, la madrastra y las hermanastras miraron por la ventana y vieron un extraño resplandor danzando en el bosque. El resplandor estaba cada vez más cerca y ellas no acertaban a imaginar qué podía ser. La prolongada ausencia de Vasalisa las había inducido a pensar que ésta había muerto y que las alimañas se habían llevado sus huesos y en buena hora.

Vasalisa ya estaba muy cerca de su casa. Cuando la madrastra y las hermanastras vieron que era ella, corrieron a su encuentro, diciéndole que llevaban sin fuego desde que ella se había ido y que, a pesar de que habían intentado repetidamente encender otro, éste siempre se les apagaba.

Vasalisa entró triunfalmente en la casa, pues había sobrevivido al peligroso viaje y había traído el fuego a su hogar. Pero la calavera que estaba contemplando todos los movimientos de las hermanastras y de la madrastra desde lo alto del palo las abrasó y, a la mañana siguiente, el malvado trío se había convertido en unas pavesas.

 

Compartimos con ustedes el cuento Barbazul tal cual nos lo presenta Clarissa. Os sugerimos la lectura, posterior y pausada, del análisis de cuento. Nosotras solemos prolongar cada cuento en dos reuniones: la primera escuchamos el cuento, compartimos nuestras sensaciones, artistizamos con el medio que consideremos más adecuado. Al siguiente encuentro, nos centramos sobre el significado simbólico del mismo y vamos, poco a poco, comentando las impresiones, compartiendo sensaciones, trayéndolo a la vida de cada una y abriéndola a la de las demás. No es terapia, no, es limpieza, limpieza de brujas… que suele desarrollarse entre risas, lágrimas y el gozo cómplice de sabernos compartiendo un encuentro de magia femenina, de profunda creencia y sintonía con las fuerzas divinas que nos asisten y alimentan. En el primer encuentro de «Barbazul» hilvanamos la poesía y creamos un Patch-word poético: cada una fue tomando el retal que más le había gustado o impactado del poema de otra, cosiendo así el patch-word poético que se puede leer de arriba abajo o de abajo a arriba. También desarrollamos el canto a través de las vocales, escogiendo en este caso la A y la E, que son las que lleva la palabra: SANGRE. En el segundo encuentro después de la conmoción de descubrir el significado profundo de Barbazul, decidimos hacer un cuento para las hijas; un cuento colectivo que también compartiremos en este espacio. Invitamos a las compañeras de otros países a vivir esta experiencia, a seguir reuniéndose y recuperando los momentos de magia colectiva, no importa que sean tres o incluso dos, en la era del individualismo y de la incomunicación, es de vital trascendencia y muy saludable el encuentro con el otro para enseñar el alma. En el caso de lo femenino es imprescindible para su afirmación y evolución. En este encuentro también compartimos una breve, sencilla y hermosa meditación que propone nuestra amiga Sophia Style: La Mujer Árbol; la pueden encontrar en su página Mujer Cíclica, como regalo de culminación de 2013.

II. BARBAZUL

Hay un trozo de barba que se conserva en el convento de las monjas blancas de las lejanas montañas. Nadie sabe cómo llegó al convento. Algunos dicen que fueron las monjas que enterraron lo que quedaba de su cuerpo, pues nadie más quería tocarlo. La razón de que las monjas conservaran semejante reliquia se desconoce, pero se trata de un hecho cierto. La amiga de mi amiga la ha visto con sus propios ojos. Dice que la barba es de color azul, añil para ser más exactos. Es tan azul como el oscuro hielo del lago, tan azul como la sombra de un agujero de noche. La barba la llevaba hace tiempo uno que, según dicen, era un mago frustrado, un gigante muy aficionado a las mujeres, un hombre llamado Barba Azul.

Dicen que cortejó a tres hermanas al mismo tiempo. Pero a ellas les daba miedo su extraña barba de tono azulado y se escondían cuando iba a verlas. En un intento de convencerlas de su amabilidad, las invitó a dar un paseo por el bosque. Se presentó con unos caballos adornados con cascabeles y cintas carmesí. Sentó a las hermanas y a su madre en las sillas de los caballos y los cinco se alejaron a medio galope hacia el bosque. Pasaron un día maravilloso cabalgando mientras los perros que los acompañaban corrían a su lado y por delante de ellos. Más tarde se detuvieron bajo un árbol gigantesco y Barba Azul deleitó a sus invitadas con unas historias deliciosas y las obsequió con manjares exquisitos. Las hermanas empezaron a pensar «Bueno, a lo mejor, este Barba Azul no es tan malo como parece».

Regresaron a casa comentando animadamente lo interesante que había sido la jornada y lo bien que se lo habían pasado. Sin embargo, las sospechas y los temores de las dos hermanas mayores no se disiparon, por lo que éstas decidieron no volver a ver a Barba Azul. En cambio, la hermana menor pensó que un hombre tan encantador no podía ser malo. Cuanto más trataba de convencerse, tanto menos horrible te parecía aquel hombre y tanto menos azul le parecía su barba. Por consiguiente, cuando Barba Azul pidió su mano, ella aceptó. Pensó mucho en la proposición y le pareció que se iba a casar con un hombre muy elegante. Así pues, se casaron y se fueron, al castillo que el marido tenía en el bosque.

Un día él le dijo:

—Tengo que ausentarme durante algún tiempo. Si quieres, invita a tu familia a venir aquí. Puedes cabalgar por el bosque, ordenar a los cocineros que preparen un festín, puedes hacer lo que te apetezca y todo lo que desee tu corazón. Es más, aquí tienes mi llavero. Puedes abrir todas las puertas que quieras, las de las despensas, las de los cuartos del dinero, cualquier puerta del castillo, pero no utilices la llavecita que tiene estos adornos encima.

La esposa contestó:

—Me parece muy bien, haré lo que tú me pides. Vete tranquilo, mi querido esposo, y no tardes en regresar.

Así pues, él se fue y ella se quedó.

Sus hermanas fueron a visitarla y, como cualquier persona en su lugar, tuvieron curiosidad por saber qué quería el amo que se hiciera en su ausencia. La joven esposa se lo dijo alegremente.

—Dice que podemos hacer lo que queramos y entrar en cualquier estancia que deseemos menos en una. Pero no sé cuál es. Tengo una llave, pero no sé a qué puerta corresponde.

Las hermanas decidieron convertir en un juego la tarea de descubrir a qué puerta correspondía la llave. El castillo tenía tres pisos de altura con cien puertas en cada ala y, como había muchas llaves en el llavero, las hermanas fueron de puerta en puerta y se divirtieron muchísimo abriendo las puertas. Detrás de una puerta estaban las despensas de la cocina; detrás de otra, los cuartos donde se guardaba el dinero. Había toda suerte de riquezas y todo les parecía cada vez más prodigioso. Al final, tras haber visto tantas maravillas, llegaron al sótano y, al fondo de un pasillo, se encontraron con una pared desnuda. Estudiaron desconcertadas la última llave, la de los adornos encima.

—A lo mejor, esta llave no encaja en ningún sitio.

Mientras lo decían, oyeron un extraño ruido… «errrrrrrrr». Asomaron la cabeza por la esquina y, ¡oh, prodigio!, vieron una puertecita que se estaba cerrando. Cuando trataron de volver abrirla, descubrieron que estaba firmemente cerrada con llave. Una de las hermanas gritó:

—¡Hermana, hermana, trae la llave! Ésta debe de ser la puerta de la misteriosa llavecita.

Sin pensarlo, una de las hermanas introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar. La cerradura chirrió y la puerta se abrió, pero dentro estaba todo tan oscuro que no se veía nada.

—Hermana, hermana, trae una vela. Encendieron una vela, contemplaron el interior de la estancia y las tres lanzaron un grito al unísono, pues dentro había un lodazal de sangre, por el suelo estaban diseminados los ennegrecidos huesos de unos cadáveres y en los rincones se veían unas calaveras amontonadas cual si fueran pirámides de manzanas.

Volvieron a cerrar la puerta de golpe, sacaron la llave de la cerradura y se apoyaron la una contra la otra, jadeando y respirando afanosamente. ¡Dios mío! ¡Dios mío! La esposa contempló la llave y vio que estaba manchada de sangre. Horrorizada, intentó limpiarla con la falda de su vestido, pero la sangre no se iba.

—¡Oh, no! —gritó.

Cada una de sus hermanas tomó la llavecita y trató de limpiarla, pero no lo consiguió. La esposa se guardó la llavecita en el bolsillo y corrió a la cocina. Al llegar allí, vio que su vestido blanco estaba manchado de rojo desde el bolsillo hasta el dobladillo, pues la llave estaba llorando lentamente gotas de sangre de color rojo oscuro.

—Rápido, dame un poco de crin de caballo —le ordenó a la cocinera.

Frotó la llave, pero ésta no dejaba de sangrar. De la llavecita brotaban gotas y más gotas de pura sangre roja. La sacó fuera, la cubrió con ceniza de la cocina y la frotó enérgicamente. La acercó al calor para chamuscarla. La cubrió con telarañas para restañar la sangre, pero nada podía impedir aquel llanto.

—¿Qué voy a hacer? —gritó entre sollozos—. Ya lo sé. Esconderé la llavecita.

La esconderé en el armarlo de la ropa. Cerraré la puerta. Esto es una pesadilla. Todo se arreglará.Y eso fue lo que hizo. El esposo regresó justo a la mañana siguiente, entró en el castillo y llamó a

—¿Y bien? ¿Qué tal ha ido todo en mi ausencia?

—Ha ido todo muy bien, mi señor.

—¿Cómo están mis despensas? —preguntó el esposo con voz de trueno.

—Muy bien, mi señor.

—¿Y los cuartos del dinero? —rugió el esposo.

—Los cuartos del dinero están muy bien, mi señor.

—O sea que todo está bien, ¿no es cierto, esposa mía?

—Sí, todo está bien.

—En tal caso —dijo el esposo en voz baja—, será mejor que me devuelvas las llaves. —Le bastó un solo vistazo para darse cuenta de que faltaba una llave—. ¿Dónde está la llave más pequeña?

—La… la he perdido. Sí, la he perdido. Salí a pasear a caballo, se me cayó el llavero y debí de perder una llave.

—¿Qué hiciste con ella, mujer?

—No… no… me acuerdo.

—¡No me mientas! ¡Dime qué hiciste con la llave!

—El esposo le acercó una mano al rostro como si quisiera acariciarle la mejilla, pero, en su lugar, la agarró por el cabello—.

—¡Esposa infiel! —gritó, arrojándola al suelo—. Has estado en la habitación, ¿verdad?

Abrió el armarlo ropero y vio que de la llavecita colocada en el estante superior había manado sangre roja que manchaba todos los preciosos vestidos de seda que estaban colgados debajo.

—Pues ahora te toca a ti, señora mía —gritó, y llevándola a rastras por el pasillo bajó con ella al sótano hasta llegar a la terrible puerta. Barba Azul se limitó a mirar la puerta con sus fieros ojos y ésta se abrió.

Allí estaban los esqueletos de todas sus anteriores esposas.

—¡¡¡Ahora!!! —bramó.

Pero ella se agarró al marco de la puerta y le suplicó:

—¡Por favor! Te ruego que me permitas serenarme y prepararme para mi muerte. Dame un cuarto de hora antes de quitarme la vida para que pueda quedar en paz con Dios.

—Muy bien —rezongó el esposo—, te doy un cuarto de hora, pero procura estar preparada.

La esposa corrió a su cámara del piso de arriba y pidió a sus hermanas que salieran a lo alto de las murallas del castillo. Después se arrodilló para rezar, pero, en su lugar, llamó a sus hermanas.

—¡Hermanas, hermanas! ¿Veis venir a nuestros hermanos?

—No vemos nada en la vasta llanura.

A cada momento preguntaba:

—¡Hermanas, hermanas! ¿Veis venir a nuestros hermanos?

—Vemos un torbellino, puede que sea una polvareda.

Entretanto, Barba Azul ordenó a gritos a su mujer que bajara al sótano para decapitarla.

Ella volvió a preguntar:

—¡Hermanas, hermanas! ¿Veis venir a nuestros hermanos?

Barba Azul volvió a llamar a gritos a su mujer y empezó a subir ruidosamente los peldaños de piedra.

Las hermanas contestaron:

—¡Sí, los vemos! Nuestros hermanos están aquí y acaban de entrar en el castillo.

Barba Azul avanzó por el pasillo en dirección a la cámara de su esposa.

—Vengo a buscarte —rugió.

Sus pisadas eran muy fuertes, tanto que las piedras del pasillo se desprendieron y la arena de la argamasa cayó al suelo. Mientras Barba Azul entraba pesadamente en la estancia con las manos extendidas para agarrarla, los hermanos penetraron al galope en el castillo e irrumpieron en la estancia. Desde allí obligaron a Barba Azul a salir al parapeto, se acercaron a él con las espadas desenvainadas, empezaron a dar tajos a diestro y siniestro, lo derribaron al suelo y, al final, lo mataron, dejando su sangre y sus despojos para los buitres.

tambor TAE MO Ana B.Camponovo

tambor TAE MO

I. LA LOBA

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Hay una vieja que vive en un escondrijo del alma que todos conocen pero muy pocos han visto. Como en los cuentos de hadas de la Europa del este, la vieja espera que los que se han extraviado, los caminantes y los buscadores acudan a verla. Es circunspecta, a menudo peluda y siempre gorda, y, por encima de todo, desea evitar cualquier clase de compañía. Cacarea como las gallinas, canta como las aves y por regla general emite más sonidos animales que humanos. Podría decir que vive entre las desgastadas laderas de granito del territorio indio de Tarahumara. O que está enterrada en las afueras de Phoenix en las in- mediaciones de un pozo. Quizá la podríamos ver viajando al sur hacia Monte Al- bán en un viejo cacharro con el cristal trasero roto por un disparo. O esperando al borde de la autovía cerca de El Paso o desplazándose con unos camioneros a Morella, México, o dirigiéndose al mercado de Oaxaca, cargada con unos haces de leña integrados por ramas de extrañas formas. Se la conoce con distintos nom- bres: La Huesera, La Trapera y La Loba.

La única tarea de La Loba consiste en recoger huesos. Recoge y conserva sobre todo lo que corre peligro de perderse. Su cueva está llena de huesos de to- das las criaturas del desierto: venados, serpientes de cascabel, cuervos. Pero su especialidad son los lobos. Se arrastra, trepa y recorre las montañas y los arroyos en busca de huesos de lobo y, cuando ha juntado un esqueleto entero, cuando el último hueso está en su sitio y tiene ante sus ojos la hermosa escultura blanca de la criatura, se sienta junto al fuego y piensa qué canción va a cantar. Cuando ya lo ha decidido, se sitúa al lado de la criatura, levanta los brazos sobre ella y se pone a cantar. Entonces los huesos de las costillas y los huesos de las patas del lobo se cubren de carne y a la criatura le crece el pelo. La Loba can- ta un poco más y la criatura cobra vida y su fuerte y peluda cola se curva hacia arriba. La Loba sigue cantando y la criatura lobuna empieza a respirar. La Loba canta con tal intensidad que el suelo del desierto se estremece y, mientras ella canta, el lobo abre los ojos, pega un brinco y escapa corriendo cañón abajo. En algún momento de su carrera, debido a la velocidad o a su chapoteo en el agua del arroyo que está cruzando, a un rayo de sol o a un rayo de luna que le ilumina directamente el costado, el lobo se transforma de repente en una mujer que corre libremente hacia el horizonte, riéndose a carcajadas.

Recuerda que, si te adentras en el desierto y está a punto de ponerse el sol y quizá te has extraviado un poquito y te sientes cansada, estás de suerte, pues bien pudiera ser que le cayeras en gracia a La Loba y ella te enseñara una cosa… una cosa del alma.

Integramos el cuento de la loba con el rescate de las ancestras. Hemos hecho un viaje recogiendo los recuerdos de las mujeres de cada familia y las hemos integrado en el camino que estamos haciendo, las hemos invitado a nuestros encuentros. Para ello hemos diseñado una muñeca de papel que evoca y simboliza toda la línea de mujeres que nos han antecedido, las conozcamos o no, de ellas rescatamos los huesos, recuperamos su esencia. Hemos tomado consciencia de que no vamos solas: el aliento de esas mujeres nos sostiene y nos da fuerzas. Nos impulsan a seguir porque saben que nuestra sanación es la suya, y desde el sintiempo no dimensional nos sonríen, ya que saben que nuestra sanación es la de las siguientes generaciones.

RENOVADOS ENCUENTROS de EL CUENCO de CUENCA

óvulos cíclicos y estelares

óvulos cíclicos y estelares

15 de septiembre

6 féminas – Nuria, Carmen, Maga, Pilar, Lucía y Ana B

Hola a todas las féminas y hombres que vamos en el viaje de lo femenino XXXY. Cuenca retoma las actividades en un domingo luminoso, aún sacudiéndose las maternidades que huelen a comienzos de Institutos y Colegios, quitándose la tierra de las manos que han cosechado patatas, retomando pasos de clases universitarias, continuando con las labores de Medicina Tradicional China que no se detienen nunca, ilustrando, diseñando, preparando los nuevos cursos y clases diversas, que conforman el universo de nuestro grupo.

Nuestro comienzo suavecito, ha iniciado con una contemplación para armonizar los cinco reinos, en base a la respiración y la visualización. La danza ha estado presente en base a la palabra corazón, que repetía la música suave y amorosa. Luego continuamos con un masaje energético de palmeo en los seis canales de las piernas, haciendo vibrar sus senderos y sus valles. Y luego un qi gong de un minuto, para equilibrar las energías y facilitar la longevidad.

Vamos despacito y sin prisa. El abanico es grande.

Encuentro 23º,  30 de diciembre, Cuenca, España

pleno: 11 féminas

 La vulva: una nueva creencia

En El Cuenco de Baubo hemos vivido la experiencia de instalar una nueva creencia con la ayuda de la Programación Neurolingüística (PNL). En esta ocasión hemos trabajado sobre aquellas creencias negativas que las mujeres tenemos sobre nuestra vulva, con la intención de transformarlas en una nueva creencia que le devuelva a nuestro sexo la consideración y relevancia que merece en el conjunto de nuestro cuerpo.

Por más que muchos piensen que las mujeres se conocen y aceptan su sexualidad, se exploran, se miran, etc. damos fe de que, en un porcentaje alto, no es así. Para muchas mujeres es casi un martirio aceptar la naturaleza de su sexualidad, les provoca un profundo desagrado. No consiguen verla como algo bello.

La idea de belleza que se nos ha inculcado es tan limitada y excluyente que anula nuestra sensibilidad y nos convierte en consumidoras de estereotipos artificiales. No estamos exagerando. Esta creencia generalizada a nivel cultural, social e histórico de que la vulva es sucia, fea y maloliente, nos ha calado tan hondo que ha fragmentado nuestra imagen, cercenado nuestra expresión y ha provocado que muchísimas mujeres vivan con miedo y con vergüenza. Estamos hablando de mujeres de todas las edades de lo que conocemos de occidente, porque las jovencitas están tan colonizadas por este tipo de ideas, que muchas optan, incluso, por la cirugía estética.

Estamos en un punto en que ha calado tan profundo la publicidad estableciendo modelos, modas y estereotipos en torno a la mujer, que  estos llegan incluso ¡hasta su vulva! A través del cine porno se ha establecido un estilo femenino de muñeca inflable, perfectamente simétrica y sin vello púbico, emulando a una niña, con el pretexto de que el vello es antihigiénico. Este modelo cala el imaginario tanto masculino como femenino y se impone en el siglo XXI, dándonos un elemento más de sufrimiento para las mujeres y de pérdida de identidad. Adjuntamos el siguiente artículo para que todas y todos estemos al día.

 
 
BBC Mundo, Salud, domingo, 28 de agosto de 2011
LA MODA DE LA CIRUGÍA VAGINAL
 
La cirugía estética de los genitales femeninos está adquiriendo la categoría de moda. Cada vez son más las mujeres que buscan una intervención y casi siempre por razones puramente de apariencia, según un estudio publicado en la Revista Internacional de Ginec ología y Obstetricia.Los propios cirujanos tratan de disuadir a las mujeres de hacerse reducción vaginal.
Se trata de una serie de técnicas destinadas a reducir el tamaño de la vulva cuando resulta tan grandes que incomoda o cuando ha sufrido desgarros, por ejemplo en el parto. Eso en principio, pero cada vez más resulta una opción estética para las mujeres.
Las más habituales son dos técnicas: la vaginoplastia, destinada a reforzar los músculos de la vagina y a eliminar los tejidos laxos; y la labioplastia, que consiste en moldear los labios para retirar ¿el exceso? de tejidos. Por rejuvenecimiento vaginal se conoce a una combinación de ambas.
En el Reino Unido, uno de los centros que la practican es el hospital Highgate, donde explican que la operación requiere de anestesia general y la paciente debe pasar una noche el centro.
«La naturaleza exacta de la operación depende del resultado esperado, pero incluye cortar los tejidos indeseados».
DEMANDA INFINITA
El estudio, el primero dedicado a medir la vulva de las mujeres que quieren reducírsela con una cirugía estética, concluyó que la gran mayoría de las mujeres no necesitaba la intervención por estar dentro de patrones «normales».
La investigación estudió el caso de 33 mujeres británicas que habían acudido al médico para pedir una labioplastia y éste las había enviado a un centro especializado.
Entre las mujeres había ocho jóvenes en edad escolar, una de once años de edad.
Una de las autoras del estudio, la doctora Sarah Creighton, considera que la demanda futura por la llamada «vagina de diseño» o reducciones labiales es potencialmente infinita. Creighton justifica su afirmación por la creciente demanda de cirugías estéticas en general y a los cambios de expectativas sobre cuál es la apariencia deseable para una mujer.
«Es impactante, sobre todo porque estamos viendo chicas realmente jóvenes que están pidiendo una cirugía que es irreversible y de la que desconocemos sus clic riesgos a largo plazo», comentó.
Para Creighton, las 2.000 operaciones pagadas por el sistema de salud pública británica «son la punta del iceberg». «En el sector privado es una industria que está viviendo un enorme boom». Tanto es así, que la Asociación Británica de Cirujanos Plásticos llamó a los médicos de familia a que sean más rigurosos a la hora de determinar si la mujer necesita el tratamiento.
«GENITALES NORMALES»
El estudio de la doctora Creighton constató que la mayoría de las mujeres enviadas por su médico a una clínica para una reducción labial habían dicho que el motivo para ir al médico era la preocupación por su apariencia. Sólo la quinta parte de ellas tenía problemas de incomodidad. Y una llegó animada por un programa de televisión. Un tercio había visto publicidad sobre la intervención antes de acudir a la consulta médica.
Tras el primer examen, la valoración del ginecólogo fue para todas de «genitales normales». Pero hubo tres que sí presentaban una «significante asimetría». Las otras 30 fueron rechazadas por el sistema público. A todas las mujeres les ofrecieron sesiones con psicólogos clínicos para explorar los problemas que las llevaron a acudir al cirujano.
Pero doce de ellas se mostraron dispuestas a buscar una segunda opinión y adelantaron que considerarán acudir a un centro privado. Paul Banwell, de la Asociación Británica de Cirugía Estética, aclaró que se trata de una operación que se justifica en algunos casos, particularmente cuando hay incomodidad. «Pero si la preocupación es sólo estética, entonces debería tratarse en el sector privado».
Banwell apuesta por disuadir a las pacientes de someterse a una operación y explicarles que hay un amplio espectro que es normal cuando se trata de la anatomía femenina.
  

Ahora les contamos cómo fuimos realizando la experiencia y cuál es la nueva creencia que ha surgido de las diez que éramos –una de nosotras estaba de viaje–. La actividad fue conducida por nuestra especialista en PNL, Ana Guerra.

Comenzamos explorando entre todas, las creencias dominantes en torno a la vulva, recogiendo el máximo de aportaciones posibles, con el objetivo de sintetizar de forma breve cuál es esta creencia. A continuación y a partir de la creencia que queremos cambiar, construimos, entre todas, la nueva creencia a instalar.

Cuando se va a desplazar a una vieja creencia, en este caso una visión “negativa” de nuestra vulva, hay que tener en cuenta que ésta ha estado cumpliendo una función, de alguna forma esta creencia se ha mantenido porque hemos obtenido algún “beneficio”. Entender qué función ha estado cumpliendo o qué beneficio hemos obtenido es clave para que, en caso de que se produzca, podamos entender el vacío que puede quedarnos y busquemos la forma de cubrirlo sin necesidad de recurrir a la antigua creencia.

A través de la reflexión compartida, de las emociones y sentimientos que surgen, nos vamos haciendo conscientes, primero, de que existe una creencia establecida, tanto en la conciencia individual y social, como en el inconsciente colectivo. Continuamos conversando para cómo, a pesar de que esa creencia nos daña, hay un aspecto de ella que hemos conseguido convertir en beneficio. Para reemplazarla, es preciso rescatar ese aspecto y sumarlo a la nueva creencia.

Entre todas fuimos viendo diversas facetas de la creencia dominante.

La creencia dominante promueve la invisibilidad de la sexualidad femenina. Esto quiere decir que en las familias se suele aplaudir los atributos sexuales de un niño, todos lo suelen festejar. La niña, en cambio, no está bien que muestre su vulva, se la censura, se le dice que no está bien que se toque o directamente se la ignora, lo que es bastante peor.

La creencia dominante dice que ‘vulva’ es casi una mala palabra, por eso se la pronuncia bajando la voz o se evita mencionarla cambiándola por el tan manido “ahí abajo”, o  se le cambia el nombre por el de vagina, lo cual es erróneo.

La creencia dominante dice que huele mal.

La creencia dominante dice que es fea, desagradable.

La creencia dominante dice que cuando sangra, huele peor.

La creencia dominante dice que sin vello es más higiénica.

La creencia dominante oculta que, en realidad, le gusta que parezca una vulva de niña.

La creencia dominante dice que es malo tocarse.

La creencia dominante dice que es feo que se vea o que se vean las bragas.

La  creencia dominante dice que hay que ocultar –una forma de mentir– la sangre, o por lo menos no hablar de ella en público.

La creencia dominante dice que el flujo femenino es desagradable. Flujo es una denominación genérica para los fluidos corporales. No se le llama flujo peneano al semen, ni flujo nasal a los mocos, a la saliva, sin embargo sí a nuestra secreción sexual.

La creencia dominante dice que tu vulva es un objeto deseado por otros y que hay que compartir.

De esta violenta y represora retahíla cultural, ¿qué beneficio habremos obtenido? Dentro de nuestra forma de percibir dual, de bien y mal, se nos hizo un poco difícil pensar que, de esta forma de concebir nuestra vulva, estábamos obteniendo algún beneficio; se nos hizo más fácil, en cambio, pensar que esta creencia debía estar cumpliendo alguna función que nos interesaba en el fondo mantener. Estas son:

La necesidad de proteger y cuidar nuestra vulva.

Cubrir nuestra  necesidad de afecto.

Lo que nos tenía que quedar claro es que, para instalar la nueva creencia, teníamos que tomar consciencia de que para proteger nuestra vulva no necesitamos mantener una imagen negativa de la misma y, por otro lado, que nuestra necesidad de afecto no tiene por qué estar condicionada al uso y disfrute de nuestra vulva por otros.

Rescatando estos aspectos hemos coincidido en tres palabras que definen a la nueva creencia que hemos establecido en torno a la vulva.

BELLA

En el sentido de “que es bueno o excelente”.

SAGRADA

En el sentido de “que inspira veneración y respeto”. El concepto de lo sagrado como algo digno de respeto o de veneración acompaña al hombre desde las épocas más primitivas. Los pueblos prehistóricos indoeuropeos empleaban la raíz sak- y su forma sufijada sak-ro para nombrar todo aquello que merecía su veneración y era, por tanto, objeto de rituales sagrados. Para denominar a aquellos que llevaban a cabo tales ritos, los indoeuropeos añadieron la raíz -dhot- ‘hacer’ y formaron sak-ro-dhot, que llegó a nosotros como sacerdote pasando por el latín sacerdos, -otis.

El hueso sacro, situado en la base de la columna vertebral y en la porción superior de la pelvis, era llamado por los latinos os sacrum ‘hueso sagrado’.

MÁGICA

El término magia deriva de ‘magi’, uno de los elementos religiosos incorporados por los magos en la antigua Babilonia. Hubo magos en Roma, en Grecia y en casi todo el mundo occidental y oriental de la Antigüedad, cuando la magia estaban relacionadas con antiguos ritos de fertilidad e iniciación en el conocimiento en los pueblos llamados ‘bárbaros’, principalmente los chinos.

La magia estaba ligada también a las creencias de pueblos orientales muy antiguos, en los que el mago o chamán era a la vez un sanador y un conocedor del mundo invisible de los espíritus y desempeñaba un papel preponderante en la comunidad.

Del sánscrito ‘maga’ (ilusión), de la raíz may (obrar, mover).

En la Europa medieval la magia estuvo relacionada con la alquimia y la astrología, actividades ocultas consideradas demoníacas por la Iglesia Católica, y que fueron objeto de persecución especialmente durante la Baja Edad Media y la Era Moderna. Unas 500.000 personas resultaron procesadas y gran parte ejecutadas por tribunales civiles y religiosos, acusadas de brujería, a lo largo de casi cinco siglos. Hubo procesos por brujería hasta el siglo XIX, tanto en Europa como en Norteamérica. En Europa el Tribunal de la Inquisición desarrolló un papel preponderante en estos hechos. Debe señalarse que ninguna de las grandes religiones acepta las prácticas de la magia (sí consideran que la magia existe como tal), tampoco otras creencias cristianas. En lo que respecta a las religiones judeocristianas en particular, se encuentran bastantes referencias negativas a los magos en el Antiguo y Nuevo Testamento.

 

La nueva creencia es:

“Yo creo que mi vulva es bella,

sagrada y mágica”.

Desde esta creencia vemos que lo importante es que dignificamos nuestra vulva, la apreciamos y aceptamos nosotras mismas, sin necesidad de tener en cuenta el juicio exterior disponemos de ella desde nuestra responsabilidad personal; si hemos de “usarla”, somos nosotras las que decimos cuándo, con quién y cómo.

La creación de una nueva creencia implica una práctica diaria. Tenerla en cuenta, repetírtela, integrarla a la práctica meditativa o contemplativa y por supuesto, decírtela a ti misma cuando vas a invitar a alguien a que la contemple.

Recordemos que la “mandorla” es un símbolo sacro inspirado en la vulva y que su significado en el plano de lo simbólico es, la vida y la resurrección. Si a esto unimos la simbología del útero como grial o cáliz divino, entramos en la trascendencia que también guarda la genitalidad.

Llevamos entre las piernas un tesoro que tiene una fuerza mágica, que nos permite renovarnos, nacer a nuestra identidad, y resucitar como auténticas aves fénix, lo cual implica, el vuelo por naturaleza que tiene la fémina.

Esto es lo que ofrecemos cuando, como sacerdotisas del templo que es nuestro propio cuerpo, invitamos a alguien a conocer su magia.

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Encuentro 22º

15 de diciembre 2012

CONTEMPLACIÓN

Respiramos con la referencia de la zona infraumbilical, Tan Tien Inferior.

Recordamos que cuando aquietamos nuestra estructura multiplicamos nuestra energía. Aquietando nuestra estructura es posible fijar la atención, por ejemplo hoy, en el útero, en el corazón y en el entrecejo.

Respiramos despacio. La exhalación o espiración es un poco más prolongada, larga, que la inspiración.

Expandiendo las raíces en la Tierra damos fuerza y centro a nuestro ser.

Desde la raíz elevamos la estructura que se yergue flexible, en una vibración colorida y armónica.

Serenos el útero y el corazón, vibran en sintonía. Nos susurran desde dentro, desde lo oscuro, acerca de lo femenino, acerca de nuestra identidad y nuestro sentido dentro de esta especie llamada humana.

No tenemos prisa.

Sencillamente vamos, en la alegría de compartir cada hallazgo y celebrando cada encuentro.

Vamos hacia el interior de cada una y el de todas y el de todo el femenino.

Vamos desde la ignorancia sabia que cultiva la intuición y la clarividencia, desarrollando la certeza y al fe.

Vamos porque lo requieren las estrellas, el vacío y la nada.

Una electricidad suave y centelleante genera la alegría de ir juntas en este viaje.

Atrás quedan aquellos elementos que constituyeron dificultades, rémoras, y quedan atrás porque ya no los necesitamos ara el viaje. Los dejamos, agradecidas.

Nos llama lo nuevo, no por novedoso, no por moda, sino por necesidad de RENOVAR nuestros códigos de comunicación, de renovar nuestras ilusiones… de vivir enamoradas.

Retornamos al tiempo del gozo.

En el gozo está la compasión.

En el gozo está la no exigencia.

En el gozo está la empatía, la paciencia, la permanencia y la perseverancia.

En esa actitud está en no-esfuerzo y el no-hacer.

Somos. Sencillamente nos lo recordamos unas a otras: Somos… féminas… ilusionadas.

Y a cada paso, al apoyar la planta de nuestro  pie en la tierra, florece un nuevo y mutante amanecer

Es posible.

Benditas sean.

CANTO ALENTADO

Vamos en una postura que nos quede confortable a emitir las VOCALES, SUSURRANDO cantadito, un CANTO ALENTADO, desde la Tierra, el Metal, el Agua, la Madera y el Fuego, de tal manera que son OUAEI.

CONOCERNOS EN LO ÍNTIMO

Vamos a hacer algo que nunca hemos hecho, escuchar los latidos de nuestro corazones. Todas con todas.

Encuentro 21º

9.12.2012

CONTEMPLACIÓN

Limpiamos los sentidos, masajeando los órganos y entrañas.

Respiramos profundo, despacio. Referencia infraumbilical, haciendo más prolongada la espiración.

Tomamos consciencia de nuestro cuerpo, los hombros, la espalda extendida y sin tensiones…

Visualizamos nuestro suelo pelviano.

Visualizamos el útero, las trompas, los ovarios…

Visualizamos el corazón.

Visualizamos en el entrecejo, hacia la profunidad del cerebro, la glándula pineal.

Respiramos con calma.

Sentimos hacia el interior una sonrisa suave que va agradeciendo a los órganos y entrañas su estar silencioso… su labor permanente… su armonía. Esa comunicación entre las células que se nos hace misteriosa y milagrosa a la vez.

Esa múltiple consciencia que en su unidad nos permite saber de nuestra estructura, de nuestra alma, de nuestras emociones. Permiten en su concierto, percibir el mundo exterior, contemplando lo bello de la naturaleza que nos rodea.

Y todo es gracia a esa unidad de intención de la que habitualmente no somos conscientes. Pero gracias a ella, nos movemos, sentimos, nos reímos, abrazamos… besamos, lloramos…

Gracias a esa unidad de intención que tienen las células del organismo… ¡5 billones!, tenemos ideas, suspiramos, bostezamos, nos estiramos, nos quedamos un rato más en la cama o saltamos de ella rumbo a la ducha…Gracias a ello, nos palpita el corazón cuando contemplamos los ojos de alguien o cuando sentimos el roce de un cuerpo en particular.

Y todo en un cuerpo femenino que enraíza naturalmente con el centro de la tierra y como ella busca ascender hasta perderse en la  negritud del universo.

Quizás para lo femenino ese misterio del vacío oscuro del útero sea lo que le permite intuir el gran misterio de la existencia y la vida y emocionarse al ver dormir a un niño o sorprenderse ante lo extraño de una enfermedad o de un dolor, como si eso no fuera natural, como si eso no formara parte de la vida humana.

Quizás, en al sabiduría de ese útero de esa oscuridad, se engendra el misterio de la ocurrencia de una idea, hasta el misterio de la vida misma.

Eso nos da la capacidad de tener una consciencia más presente de lo invisible, de lo inmaterial, de lo vacío, y de todo lo que habita el vacío.

Por ello cuando nos sentamos en rueda de mujeres, el momento más emotivo es aquel en el que emana la poesía, por ejemplo, pues proviene de ese mundo oscuro e insólito como el firmamento, con destellos de luz de variados colores.

Y, cuando nos juntamos en corro un grupo de mujeres, el recuerdo de esa esencia, de ese misterio se hace más presente. Que podemos a veces, no percibir en nosotras mismas pero que se hace evidente en las otras, en pequeños detalles, en sutiles revelaciones.

Y cuando tomamos consciencia de la unión del útero, el corazón y el mundo de las ideas y de la creatividad de esa glándula pineal, y cuidamos que de nuestra boca no salga palabra que no sienta el corazón –y nosotras agregamos, el útero–, esa comunicación se convierte en comunión, que da la justa dignidad que tiene la vida: bella, elegante, desenfadada, risueña, juguetona…

Benditos sean los encuentros donde cada una aporta el misterio de su femenino, que se hace presente en ese círculo, espiralado de magia.

Baubo danza riéndose en el centro de la nada de este pequeño círculo.

Ahora es el tiempo de entrar en la oscuridad del invierno

y de danzar por dentro y de mirarnos las almas.

Benditas sean.

***

Hemos realizado una preciosa práctica que introdujo El Cuenco de Baubo de Montevideo. Masajec on contacto visual de a pares hasta pasar todas con todas. Se masajeaba el 10 SJ, Tian Jing, Pozo Celestial, en ambos brazos de la otra, con la intención de hacernos dignas como féminas, y mirándose a los ojos. Recibíamos la carga, la pena o el dolor de la otra mientras masajeábamos. Al mismo tiempo mientras nos sentíamos bien enraizadas para dejar que todo lo que liberaba la compañera, fuera hacia la tierra para convertirse.

6 pensamientos en “Cuenca

  1. Hola chicas, me he quedado perpleja de tanta creatividad como tenéis, porfavor seguir así y no dejéis de enriquecernos con vuestro arte.
    Otra cosilla , me permitis una sugerencia? ? He leido algunos de vuestros cuentos, me han encantado, el cuento de barbazul también es muy bueno, pero…… podríais hacer otro final? Un final con moraleja para las mujeres, o los hombres? El que vengas sus hermanos hombres a matar a barbazul es muy clásico jeje estoy segura que con vuestras mentes y vuestros corazones podríais poner miles de finales estupendos.Bueno es una opinión muy personal, y con mucho respeto y cariño os la confio.Bravo artistas.!!

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  2. impresionante derroche de sabiduria, arte, magia y habilidad para hacer visible y contemporaneo lo remoto y oculto que habita en el ser. gracias.

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  3. ole!!!! muchísimas gracias Baubas de Cuenca y felicidades! es un gran trabajo que nos enriquece a todas! con cariño, desde México DF

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